El CERRO
DEL BERROCALILLO Y AMBRACIA.
La tesis que mantiene los
principios fundacionales está basada en los privilegios en el privilegio de
Alfonso VIII, que considera a dicho rey como fundador de la ciudad, tesis que
seguirán muchos, pero que no estoy de acuerdo con ella.
Repartida por nuestros
contornos la población neolítica de la que nos dan pruebas los yacimientos estudiados
cercanos a Plasencia “Berrocalillo- Boquique”, y siendo este crestón de Plasencia
un terreno perteneciente al mismo Valcochero, y no estando entre si distante
más de dos kilómetros en línea recta, es necesario admitir que sobre el suelo
de Plasencia vivieron la misma gente que ocuparon los cerros inmediatos.
Esta población neolítica,
que aún no se había liberado del gravamen de la cueva y que sigue utilizándola,
aunque ya en esta cultura es mitad cueva mitad construcción adosada a ella,
prescinde para siempre de aquella perduración paleolítica al iniciarse la época
subboreal (equivalente a la mayoría del Neolítico y la Edad del Bronce el clima
en general fue más seco y ligeramente más frio) y en el principio de esta sequía
que va a prolongarse.
A este padecimiento climático es al que achacamos el abandono definitivo del Berrocalillo y Boquique en beneficio del cerro de Plasencia. Lo impone así la constitución granítica de las laderas sobre la que estos yacimientos asientan, únicamente dotadas de fuentes intermitentes, casi siempre azotadas en los estiajes ordinarios, y que en aquel periodo climático debieron de cesar, como tales, desde los primeros momentos. Esta necesidad vital es la que traslada al hombre y a sus viviendas a los márgenes de las corrientes superficiales de agua, cuyo volumen, permanencia y cantidad, les garantizaba el suministro de este indispensable elemento.
Plasencia, que es la cabeza
de toda la comarca, debe tal imposición a sus propiedades fisiográficas y muy
especialmente al rio que la envuelve.
Rara vez el hombre prescinde
de los beneficios naturales y crea grandes centros urbanos rodeándolos de
artificiosas componendas que, por otra parte, nunca llegan a alcanzar la
perfección de lo que se trata imitar.
El impuesto geofísico de Plasencia se ejerció sobre el ser humano desde que este fija su vivienda y ocupa las estructuras superiores del suelo.
La situación del cerro,
envuelto en sus tres cuartas partes por el cauce del Jerte, y la parte restante
despegada por un profunda vaguada de su continuidad de Valcochero…; su altura
350 metros sobre el nivel del mar; el frontón que la loma de Valcochero crea,
resguardándole de los vientos del septentrión (viento que sopla del norte)…; su
posición en relación con el amplio y
profundo valle del Jerte, que además de dotar a su ambiente del grado
higrométrico conveniente le libra de los calores excesivo del verano por las corrientes de
aire frio que le llegan después de rozar las cumbres de Gredos…; la salubridad
de sus suelos de constitución granítica y elevado más de veinte metros sobre el
nivel del rio…; el favor que le dispensa el foso fluvial, haciéndose
inexpugnable en 15 kilómetros de su cauce y solo creando -como hecho a medida-
un amplio vado a la altura de esta implantación…; al estar donde el valle se ha
abierto plenamente para que el sol le añe
en toda su dirección…; colocan a Plasencia muy por encima de cualquier
otro lugar de nuestra comarca que se estudie y analice bajo estas miras de
salubridad, acondicionamiento y sanidad.
Y como quiera que las
necesidades vitales del ser humano son las mismas desde que tenemos noticias de
su existencia, no puede tampoco negarse, por esta otra vía de razonamientos,
que el cerro agrupó vida humana desde que esta se siente inclinada a vivir en
sociedad.
Por esto, sabemos por los
restos arqueológicos encontrados que la población neolítica vivió desde el
principio sobre él y luego ser el único punto que pudo superar la grave sequía
de la época subboreal.
La población de estos cerros,
se asentó poco a poco en lo que hoy es Plasencia, posiblemente en lo que hoy
conocemos como la Puerta del Sol hasta la Plaza, en esta zona encontraron una
cabeza de Toro (arte de plástica Celtibera) que se hallaba sobresaliendo del
liso blanqueado de una pared en la calle de San Pedro, y posiblemente hallada
en esta zona, también las figuras o caras empotradas en los muros de la iglesia
del Cristo de las Batallas nos hacen pensar que este lugar fuera el nacimiento
de Ambracia.
Fotografías de José Gutiérrez Delgado.
José Antonio Pajuelo Jiménez
"CREANDO CULTURA"
Según Alejandro Matías Gil, en su célebre libro "Las siete centurias de la ciudad de Alfonso VIII", Plasencia no fue Ambracia, sino Ambroz.¿No es así?
ResponderEliminarUn saludo.