martes, 23 de mayo de 2023

CONVENTO DE LAS CARMELITAS

 

Continuando por la Calle Sancho polo hacia la Plazuela del Salvador, nos encontramos el convento de las Carmelitas, la casa de don  José Benavides Checa y la Iglesia del Salvador.

CONVENTO DE LAS CARMELITAS.

Ubicado en la plazuela del Salvador con su entrada principal por  esta plazuela, y con fachada a la calle Santa Ana, acogía a las hermanas de la Orden del Carmelo.



Según nos comenta Fray Alonso Fernández, este convento fue fundado por Doña María de la Cerda Porcallo, sobre la casa en que vivía junto a la Iglesia de El Salvador, y nos decía que aún no habían entrado monjas en él, cuando lo escribía en 1627.
Las monjas ocuparon el convento según se lee en la inscripción del coro bajo de la Iglesia, el día 27 de Enero de 1628.

Fue María de la Cerda la fundadora de este convento, era hija de Vasco Porcallo y de Isabel Moscoso y nieta de Hernando de la Cerda y de Catalina de Trejo.
Se caso dos veces, la primera vez con Juan de Villalba, sin sucesión de su enlace- La segunda con Luis de Camargo, del que tampoco obtuvo sucesión.
En este lugar estuvo Santa teresa de Jesús, para hacerse cargo del terreno sobre el que se iba a fundar el cenobio de la orden del Carmelo. Este momento se recuerda en una inscripción que se conserva a lo largo del coro bajo de la iglesia, es policromada, y en ella se puede leer : “EN ESTE MISMO LUGAR PREDIJO NUESTRA MADRE SANTA TERESA DE JESUS LA FUNDACION DE ESTE CONVENTO QUE SE EFECTUO EL 27 DE ENERO DE 1628” Apenas habían transcurrido 46 años desde el fallecimiento de la Santa de Ávila.

                                               

Con fachada a la calle de Santa Ana y a la Plazuela de El Salvador, este edificio de granito, mampuesto, ladrillo y adobe, acogía a las hermanas de la Orden del Carmelo. La portada del templo conventual de las religiosas Carmelitas, (Foto 3) tiene una esbelta arquitectura neoclásica. Es de muy fina piedra granítica. Ostenta dos grandes y hermosas columnas de fino granito, de orden jónico, que sostienen el cornisamento. El frontón es partido: en medio de el se yergue un magnífico escudo de doña María de la Cerda, de primorosa labra. Es cuartelado en cruz y lleva: en el primero y cuarto, dos castillos mazonados y dos leones rampantes (Castilla y León); en el segundo y tercero, tres flores de lis (Francia). Bajo este uno de las armas de la Orden del Carmelo (Descalzas), que lleva un monte en su color natural sumado de una cruz latina, acompañada de tres estrellas de seis puntas, es oval de granito, se acoda de una media luna, se timbra de un coronel y asienta sobre una cartela.
En la esquina de la Calle de santa Ana y el salvador se ve un escudo del Obispo José Jiménez Samaniego, y sobre una puerta de la calle de Santa Ana, dos escudos a la izquierda Trejo (Castillo sobre ondas) y a la derecha que trae una banda en el campo con un águila arriba y otro abajo).
En el interior se podía resaltar los altares, el mayor (foto 1 y 5 ayer y hoy) barroco y sobredorado, que cubría todo el frente del presbiterio, con buenos ejemplares, con buenos armeros policromados, los dos laterales, en uno de ellos se encontraba una imagen de santa Teresa, que se atribuye a Gregorio Fernández.

En el pavimento de la iglesia hay tres losas sepulcrales por el siguiente orden:
La primera losa, junto al presbiterio, cubre los restos de doña María de la Cerda y sus padres. Tiene en su parte superior el escudo de la señora. El epitafio dice así:
 “Aquí están sepultados Doña María de la Cerda Porcallo, fundadora de esta Santa Casa, y sus padres. Manda que no se pueda enterrar aquí ninguna persona jamás. 1616”.
Recio estilo, imperativo y exclusivo, el de esta inscripción.
A mitad del templo hay otra laude. Tiene también en la parte superior un escudo, que es partido. En la mitad diestra hay seis roeles; en la siniestra, un castillo mazonado al que coronan tres almenas. En los márgenes laterales de la lápida se lee esta inscripción bíblica del libro de Job:
                                                         “Expecto donec veniat immutatio mea”.
 
En el centro muestra este epitafio:
  “Aquí yace Doña Catalina de Otenez, viuda de Jerónimo de Castro. Dótala el Licenciado Don Antonio de Castro Otenez, su hijo, Cura de la Catedral y Familiar del Santo Oficio de la Inquisición, Confesor de este Santo Convento para los hijos y sucesores de sus padres. 1651”.

                                

Próximo a la cratícula, es decir de la ventanilla en que se daba la comunión a las monjas, está otro sepulcro en cuya piedra se lee:
 “Sepultura del Doctor Juan Jiménez Moreno, Presbítero, primer Capellán y Confesor de este Convento. Está dotada. Murió el 16 de diciembre de 1653”.
 No tiene esta laude el escudo (que es de heráldica simple) arriba, como las otras citadas, sino en su parte inferior. En el hay únicamente dos cervatillos.
Don Juan Jiménez Moreno fue rector de la parroquia de El Salvador, y por ello fue también testamentario de doña María de la Cerda. Trabajó mucho en la fundación de este monasterio y escribió la primera historia del mismo, como ya dijimos en el anterior número de este periódico. Trabajó al lado del Obispo placentino don Sancho Dávila y Toledo, el gran amigo de Santa Teresa y gran favorecedor de la Reforma Carmelitana. Y prosiguió laborando con el siguiente Obispo don Francisco de Mendoza en cuyo pontificado si inauguró este convento carmelitano, superándose muchas y graves dificultades y que resultaría muy largo narrar. Don Juan Jiménez acompañó personalmente a las Carmelitas Descalzas fundadoras en su viaje a Plasencia desde el convento de Nuestra Señora de la Imagen, de Alcalá de Henares; viaje que se realizó en los últimos días de enero de 1628. Bien mereció este buen doctor Jiménez Moreno el reposar para siempre aquí, en este templo de su ministerio.
                                   

     Sobre el muro del Coro, otro escudo policromado con las armas de la Cerda. (Foto 2)
Trescientos sesenta y cinco años después, en 1963, estas religiosa abandonaron este cenobio, trasladándose a uno mas moderno a las afueras de nuestra ciudad.

Esperemos que nos sea víctima de la ruina como otros muchos edificios ilustres, y que se sepan conservar estas inscripciones y losas funerarias que esperamos que aún existan. No he podido acceder al interior del convento, pues es privilegio de algunos que nos no permitirían divulgar al menos de momento lo que es patrimonio de todos los placentinos.

                                                       José Antonio Pajuelo Jiménez.

 

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domingo, 7 de mayo de 2023

EL CONVENTO DE SAN IDELFONSO.

 

EL CONVENTO DE SAN IDELFONSO.

 En la segunda mitad del siglo XIV. Se reunieron para vivir en comunidad una serie de beatas pobres (Teresa Alfonso de Plasencia, María Fernández de Béjar, Juana Martin, Catalina Fernández de Cepeda, Elvira Gómez del Barco y Marina González de Talavera), sin regla ni obediencia a Prelado, ni Ordinario. El Sr. Obispo D. Gonzalo de Zúñiga en 1417 las sujetó a la Tercera Orden de San Francisco y les dio licencia para constituirse en comunidad. Las otorgó iglesia y convento en las casas y corral que les donó el bachiller Miguel Sanchez Yaguas, arcediano de Plasencia. El Rey Enrique IV, favoreció mucho a esta comunidad.

La portada y Capilla mayor de la iglesia fueron construidas en la segunda decena del siglo XVI, bajo la dirección del maestro cantero Francisco González, natural de Plasencia y domiciliado en la calle se Santo Domingo el Viejo, a expensa del coronel D. Cristóbal de Villalba, hermano del Sr. Obispo de Calahorra, y padre del Sr. Chantre Bermúdez de Villalva, que por su testamento las nombro herederas.[1]

 

De su interior destaca el retablo mayor, barroco, sobredorado, de notable ejecución, muestra en el centro un grupo escultórico de talla policromada que representan a San Ildefonso recibiendo la casulla de manos de la Virgen, a la que ayuda un ángel, mientras que los otros dos sostiene la mitra y el báculo del obispo. La obra de este retablo se da por finalizada el 7 de julio de 1612, pero por falta de recursos no se pudo dorar hasta 1764. 


Merece especial mención la imagen de San José que tiene el retablo. En honor suyo, se estableció la cofradía de los carpinteros. Celebraban la fiesta de su patrono el segundo día de Pascua de Resurrección, con misa solemne, música y nutrida concurrencia.

 A lado del evangelio. Nos encontramos el enterramiento del coronel Villalba y de su esposa, doña Estefanía de Trejo. En la lápida colocada sobre el muro nos encontramos con esta inscripción:

                    “FUNDADORES DE ESTA CAPILLA Y PATRONOS DEL COMVENTO”

 En este sencillo monumento reposan los restos de uno de los más renombrados militares del renacimiento, nacido en Plasencia, defensor de fronteras de estos reinos contra cualquier tipo de enemigos. El propio rey don Fernando el Católico le concedió las armas a su escudo tras participar en cien combates.

Además de las armas otorgadas se le acola una bandera, que el coronel Villalba había quitado a fuerza de brazos a un moro que la defendía en la batalla de Andarax.[2]

Como piezas de especial valor en el interior del templo, destacan el mausoleo y la estatua en posición orante del coronel Cristóbal de Villalba que falleció en 1517, justo cien años después de la fundación del convento, aunque la escultura fue colocada allí en 1596. 

Falleció Navarra a la edad de 72 años. Su cuerpo fue traído a Plasencia por su hijo D. Pedro Bermúdez de Villalba, chantre de esta santa iglesia, que le puso en el lucillo de mármol donde reposa, y sobre el lucillo o sepulcro le erigió la estatua, bajo de la cual se lee el siguiente epitafio.'

En aquesta estrecha cama

La muerte puso en medida

Al que no la tuvo en fama.

Por no tenerla en la vida;

Y tuvo, siendo mortal.

Con dos contrarias victorias

Con vida fama inmortal

Y con muerte inmortal gloria.

                                        EL CORONEL CRISTÓBAL DE VILLALBA. 1596

Su paisano, el célebre poeta placentino Luis de Miranda, de cuya biografía ya nos ocuparemos, ensalzo las proezas de este héroe en una bellísima composición elegiaca A la muerte de un su amigo, y nosotros, rindiéndole un tributo de admiración y respeto, consagramos el recuerdo de este insigne

 Sus hechos inspiraron a más de un vate español y extranjero para cantar proezas que la imaginación del poeta glosaba o vestía a su manera. Por él se escribió aquel bonito romance anónima, que no aparece en nuestro Romancero, y que empieza así:

 

Villalba por Castilla

pelea con gran valor...

Y termina diciendo:

La fama le proclama

por el héroe vencedor.

 

En el lado izquierdo se ve en la pared un enterramiento con escudo y debajo una lapida sustentada por tres leones en la que se lee: 


 Esta capilla con dotación de dos monjas y dos // capellanes dotó y fundó Pedro Gómez vecino // regidor que fue de esta ciudad. Dexo por patrón al capitán don Fernando Gómez de Carvajal // y a sus hijos u descendientes y sucesores// en su casa y mayorazgo y a falta de todos al Colegio // de la Compañía de IHS y a este convento // de San Ildefonso. Falleció en veinticuatro // de septiembre de mil seiscientos y treinta.

La iglesia está construida de mampostería y ladrillo. Apreciándose sillares en zonas nobles. Se han realizado numerosas obras de consolidación y reformas. Especialmente las realizadas en los siglos XVIII y XIX por hundimiento del artesonado en 1867, o un cambio en el enlosado que se realizó en 1879.

El convento poco a poco se ha ido abandonado y al principio del siglo XXI las ultimas religiosas de clausura que quedaban dentro, han sido concentradas en Sevilla. Desde entonces está vacío después de 600 años de comunidad. La Diócesis de Plasencia está buscando otra orden que pueda albergarse en él.

 

                                                             José Antonio Pajuelo Jiménez.

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[1] José Benavides Checa. Prelados Placentinos. Pag.169. año 1999.

[2] Fray Alonso Fernández. Anales. Pag.291.


CASA DE LOS DEANES.

CASA DE LOS DEANES, SEMINARIO MENOR, CASA SACERDOTAL.   En este solar, el canónigo de Plasencia don Martin Yaguas y arcediano de Zamora,...