sábado, 30 de noviembre de 2019

TEATRO ROMANO DE MERIDA.


TEATRO ROMANO DE MÉRIDA

El mayor monumento emeritense, Menéndez Pidal arquitecto que dirigió su reconstrucción desde 1964, le denomina “Príncipe entre los monumentos emeritenses”. No solo su monumentalidad le hace merecedor de este calificativo: por un lado, el comienzo de su excavación en 1910, maca un hito en la arqueología emeritense; por otro, es el único edificio que tras su recuperación ha vuelto a cumplir su función original, celebrándose en él, desde 1933, el Festival de Teatro Clásico.
La construcción de los teatros en la Antigua Roma respondía más a intereses políticos que a los gustos del pueblo romano que prefería acudir al circo a ver carreras de carros y al anfiteatro a ver combates entre gladiadores y animales. Desde el teatro la autoridad realizaba una eficiente propaganda e ella misma y del modo de vida romano, tanto a través del propio edificio -grandiosidad de su obra e iconografía-, como por los mensajes que desde su escenario se puede transmitir.

El promotor de la construcción fue Marco Vipsanio Agripa, inaugurándose en los años 15 0 16 antes de Cristo, según se deduce de las inscripciones situadas sobre las dos puertas de acceso a la orchesta (espacio semicircular destinado al coro y pavimentado con losas rectangulares de mármoles blanco y azulados).
Se hicieron necesarias algunas reformas durante varios siglos, en el siglo I, posiblemente en la dinastía Flavia, se levantó el actual frente de escena, que se volvió a reformar por los años 330.

Debido a la implantación del cristianismo en el siglo IV, que consideraba inmorales las representaciones teatrales, el edificio va dejando de utilizarse hasta el abandono total, algunas partes se derrumbaron y otras se enterraron. Durante siglos, solo era visible la parte superior de su graderío con las bóvedas hundidas de los vomitorios (es un pasillo situado debajo o detrás de una grada de un anfiteatro o un estadio, a través de la cual grandes multitudes pueden salir rápidamente al acabar el espectáculo). Para los habitantes del pueblo eran siete grandes asientos, las “Siete Sillas”, donde según la leyenda, se sentaron otros tantos reyes moros para deliberar sobre el destino de la ciudad.
El trazado y orientación del edificio son según la regla de la arquitectura Marco Vitruvio y responde a un modelo romano establecido anteriormente en construcciones como el desaparecido Teatro de Pompeyo en Roma. El recinto se concibió para acomodar a unos seis mil espectadores. Ubicándose en uno de los extremos del recinto amurallado.

GRADAS Y ORCHESTRA.



El graderío “cavea” que como domo decimos anteriormente para una capacidad de seis mil espectadores, se construyó en parte aprovechando la ladera del cerro de San Albín. Se accede a esta zona siguiendo la vía que rodea la fachada del edificio. En ella se abren trece puertas que comunican con el interior.
El graderío se halla dividido en tres sectores, separados por unos pequeños muros que corresponde a las diferentes clases sociales de la época. El inferior “ima cavea” dispone de veintidós gradas y seis puertas en su parte superior que se comunican con un corredor semicircular que facilita la salida por dos puertas situadas en los extremos.
Hay un pequeño espacio que corta el centro de las tres gradas que se interpreta como un santuario de culto imperial.
La “media y suma cavea”, media y superior, poseen cada una cinco filas de asientos, siendo las ultimas las que se conservan en peor estado.
La “orchestra”, en la que se situaba el coro, pavimentada con losas de mármol, está rodeada de tres gradas de honor reservadas para las autoridades. En su frente un pequeño muro con alternancias de tramos curvos y rectos la separa del escenario.
El suelo del escenario “pulpitum” que estaría cubierto originalmente con madera, existen unos orificios en los que se colocarían los mástiles del telón y demás infraestructuras escénicas.


Tanto artística como arquitectónicamente, el frente de la escena es la zona más espectacular del teatro. Sobre un basamento de sillares recubierto de mármol, reposan dos cuerpos de columnas de orden corintio en la que se combina el mármol azulado de sus fustes con el blanco de las basas y capiteles. Sobre cada cuerpo de columnas se dispone un entablamento con arquitrabe, friso y cornisa ricamente decorados. Un gran muro revestido de mármol cierra la escena.


Entre las columnas, una serie de esculturas “réplicas de las originales” que se hallan en el Museo Nacional de Arte Romano. Completa la decoración: Ceres, Plutón, Proserpina y estatuas con togas unas y corazas otras, que se han interpretado como retratos imperiales.
Tres puertas permiten la entrada de los actores a la escena a través de este frente, una central “valva regia” y dos laterales “valva hospitalia”.
Una serie de dependencias adosadas a los extremos y a la parte posterior del frente eran utilizadas por los actores y técnicos de las representaciones.
Tras la escena, se construyó una gran zona ajardinada rodeada de pórticos con columnas “peristilo” que sirvió como área de esparcimiento.
Al fondo, en el eje con la puerta central de la escena, se sitúa una pequeña habitación dedicada según se deduce de los hallazgos como la cabeza velada de Augusto, al culto imperial.
En uno de los extremos del peristilo, en un nivel superior, se puede ver los restos de la letrinas.
Al oeste del peristilo, se ocupo parte del espacio del teatro, aún estando este en uso, por una casa que conserva el pavimento de mosaicos. Se accede a ella por un vestíbulo que comunica con un patio rodeado de columnas y pilastras. Se abren a este una serie de habitaciones, de las que destacan las terminadas en ábside. La mayor de ellas se decoró con pinturas murales que representan figuras humanas a tamaño natural.

Biografía: Yolanda Barroso y Francisco Morgado. Mérida Patrimonio de la Humanidad. 2003

Jose Antonio Pajuelo Jiménez.

                             
                                 "CREANDO CULTURA"


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