martes, 23 de mayo de 2023

CONVENTO DE LAS CARMELITAS

 

Continuando por la Calle Sancho polo hacia la Plazuela del Salvador, nos encontramos el convento de las Carmelitas, la casa de don  José Benavides Checa y la Iglesia del Salvador.

CONVENTO DE LAS CARMELITAS.

Ubicado en la plazuela del Salvador con su entrada principal por  esta plazuela, y con fachada a la calle Santa Ana, acogía a las hermanas de la Orden del Carmelo.



Según nos comenta Fray Alonso Fernández, este convento fue fundado por Doña María de la Cerda Porcallo, sobre la casa en que vivía junto a la Iglesia de El Salvador, y nos decía que aún no habían entrado monjas en él, cuando lo escribía en 1627.
Las monjas ocuparon el convento según se lee en la inscripción del coro bajo de la Iglesia, el día 27 de Enero de 1628.

Fue María de la Cerda la fundadora de este convento, era hija de Vasco Porcallo y de Isabel Moscoso y nieta de Hernando de la Cerda y de Catalina de Trejo.
Se caso dos veces, la primera vez con Juan de Villalba, sin sucesión de su enlace- La segunda con Luis de Camargo, del que tampoco obtuvo sucesión.
En este lugar estuvo Santa teresa de Jesús, para hacerse cargo del terreno sobre el que se iba a fundar el cenobio de la orden del Carmelo. Este momento se recuerda en una inscripción que se conserva a lo largo del coro bajo de la iglesia, es policromada, y en ella se puede leer : “EN ESTE MISMO LUGAR PREDIJO NUESTRA MADRE SANTA TERESA DE JESUS LA FUNDACION DE ESTE CONVENTO QUE SE EFECTUO EL 27 DE ENERO DE 1628” Apenas habían transcurrido 46 años desde el fallecimiento de la Santa de Ávila.

                                               

Con fachada a la calle de Santa Ana y a la Plazuela de El Salvador, este edificio de granito, mampuesto, ladrillo y adobe, acogía a las hermanas de la Orden del Carmelo. La portada del templo conventual de las religiosas Carmelitas, (Foto 3) tiene una esbelta arquitectura neoclásica. Es de muy fina piedra granítica. Ostenta dos grandes y hermosas columnas de fino granito, de orden jónico, que sostienen el cornisamento. El frontón es partido: en medio de el se yergue un magnífico escudo de doña María de la Cerda, de primorosa labra. Es cuartelado en cruz y lleva: en el primero y cuarto, dos castillos mazonados y dos leones rampantes (Castilla y León); en el segundo y tercero, tres flores de lis (Francia). Bajo este uno de las armas de la Orden del Carmelo (Descalzas), que lleva un monte en su color natural sumado de una cruz latina, acompañada de tres estrellas de seis puntas, es oval de granito, se acoda de una media luna, se timbra de un coronel y asienta sobre una cartela.
En la esquina de la Calle de santa Ana y el salvador se ve un escudo del Obispo José Jiménez Samaniego, y sobre una puerta de la calle de Santa Ana, dos escudos a la izquierda Trejo (Castillo sobre ondas) y a la derecha que trae una banda en el campo con un águila arriba y otro abajo).
En el interior se podía resaltar los altares, el mayor (foto 1 y 5 ayer y hoy) barroco y sobredorado, que cubría todo el frente del presbiterio, con buenos ejemplares, con buenos armeros policromados, los dos laterales, en uno de ellos se encontraba una imagen de santa Teresa, que se atribuye a Gregorio Fernández.

En el pavimento de la iglesia hay tres losas sepulcrales por el siguiente orden:
La primera losa, junto al presbiterio, cubre los restos de doña María de la Cerda y sus padres. Tiene en su parte superior el escudo de la señora. El epitafio dice así:
 “Aquí están sepultados Doña María de la Cerda Porcallo, fundadora de esta Santa Casa, y sus padres. Manda que no se pueda enterrar aquí ninguna persona jamás. 1616”.
Recio estilo, imperativo y exclusivo, el de esta inscripción.
A mitad del templo hay otra laude. Tiene también en la parte superior un escudo, que es partido. En la mitad diestra hay seis roeles; en la siniestra, un castillo mazonado al que coronan tres almenas. En los márgenes laterales de la lápida se lee esta inscripción bíblica del libro de Job:
                                                         “Expecto donec veniat immutatio mea”.
 
En el centro muestra este epitafio:
  “Aquí yace Doña Catalina de Otenez, viuda de Jerónimo de Castro. Dótala el Licenciado Don Antonio de Castro Otenez, su hijo, Cura de la Catedral y Familiar del Santo Oficio de la Inquisición, Confesor de este Santo Convento para los hijos y sucesores de sus padres. 1651”.

                                

Próximo a la cratícula, es decir de la ventanilla en que se daba la comunión a las monjas, está otro sepulcro en cuya piedra se lee:
 “Sepultura del Doctor Juan Jiménez Moreno, Presbítero, primer Capellán y Confesor de este Convento. Está dotada. Murió el 16 de diciembre de 1653”.
 No tiene esta laude el escudo (que es de heráldica simple) arriba, como las otras citadas, sino en su parte inferior. En el hay únicamente dos cervatillos.
Don Juan Jiménez Moreno fue rector de la parroquia de El Salvador, y por ello fue también testamentario de doña María de la Cerda. Trabajó mucho en la fundación de este monasterio y escribió la primera historia del mismo, como ya dijimos en el anterior número de este periódico. Trabajó al lado del Obispo placentino don Sancho Dávila y Toledo, el gran amigo de Santa Teresa y gran favorecedor de la Reforma Carmelitana. Y prosiguió laborando con el siguiente Obispo don Francisco de Mendoza en cuyo pontificado si inauguró este convento carmelitano, superándose muchas y graves dificultades y que resultaría muy largo narrar. Don Juan Jiménez acompañó personalmente a las Carmelitas Descalzas fundadoras en su viaje a Plasencia desde el convento de Nuestra Señora de la Imagen, de Alcalá de Henares; viaje que se realizó en los últimos días de enero de 1628. Bien mereció este buen doctor Jiménez Moreno el reposar para siempre aquí, en este templo de su ministerio.
                                   

     Sobre el muro del Coro, otro escudo policromado con las armas de la Cerda. (Foto 2)
Trescientos sesenta y cinco años después, en 1963, estas religiosa abandonaron este cenobio, trasladándose a uno mas moderno a las afueras de nuestra ciudad.

Esperemos que nos sea víctima de la ruina como otros muchos edificios ilustres, y que se sepan conservar estas inscripciones y losas funerarias que esperamos que aún existan. No he podido acceder al interior del convento, pues es privilegio de algunos que nos no permitirían divulgar al menos de momento lo que es patrimonio de todos los placentinos.

                                                       José Antonio Pajuelo Jiménez.

 

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domingo, 7 de mayo de 2023

EL CONVENTO DE SAN IDELFONSO.

 

EL CONVENTO DE SAN IDELFONSO.

 En la segunda mitad del siglo XIV. Se reunieron para vivir en comunidad una serie de beatas pobres (Teresa Alfonso de Plasencia, María Fernández de Béjar, Juana Martin, Catalina Fernández de Cepeda, Elvira Gómez del Barco y Marina González de Talavera), sin regla ni obediencia a Prelado, ni Ordinario. El Sr. Obispo D. Gonzalo de Zúñiga en 1417 las sujetó a la Tercera Orden de San Francisco y les dio licencia para constituirse en comunidad. Las otorgó iglesia y convento en las casas y corral que les donó el bachiller Miguel Sanchez Yaguas, arcediano de Plasencia. El Rey Enrique IV, favoreció mucho a esta comunidad.

La portada y Capilla mayor de la iglesia fueron construidas en la segunda decena del siglo XVI, bajo la dirección del maestro cantero Francisco González, natural de Plasencia y domiciliado en la calle se Santo Domingo el Viejo, a expensa del coronel D. Cristóbal de Villalba, hermano del Sr. Obispo de Calahorra, y padre del Sr. Chantre Bermúdez de Villalva, que por su testamento las nombro herederas.[1]

 

De su interior destaca el retablo mayor, barroco, sobredorado, de notable ejecución, muestra en el centro un grupo escultórico de talla policromada que representan a San Ildefonso recibiendo la casulla de manos de la Virgen, a la que ayuda un ángel, mientras que los otros dos sostiene la mitra y el báculo del obispo. La obra de este retablo se da por finalizada el 7 de julio de 1612, pero por falta de recursos no se pudo dorar hasta 1764. 


Merece especial mención la imagen de San José que tiene el retablo. En honor suyo, se estableció la cofradía de los carpinteros. Celebraban la fiesta de su patrono el segundo día de Pascua de Resurrección, con misa solemne, música y nutrida concurrencia.

 A lado del evangelio. Nos encontramos el enterramiento del coronel Villalba y de su esposa, doña Estefanía de Trejo. En la lápida colocada sobre el muro nos encontramos con esta inscripción:

                    “FUNDADORES DE ESTA CAPILLA Y PATRONOS DEL COMVENTO”

 En este sencillo monumento reposan los restos de uno de los más renombrados militares del renacimiento, nacido en Plasencia, defensor de fronteras de estos reinos contra cualquier tipo de enemigos. El propio rey don Fernando el Católico le concedió las armas a su escudo tras participar en cien combates.

Además de las armas otorgadas se le acola una bandera, que el coronel Villalba había quitado a fuerza de brazos a un moro que la defendía en la batalla de Andarax.[2]

Como piezas de especial valor en el interior del templo, destacan el mausoleo y la estatua en posición orante del coronel Cristóbal de Villalba que falleció en 1517, justo cien años después de la fundación del convento, aunque la escultura fue colocada allí en 1596. 

Falleció Navarra a la edad de 72 años. Su cuerpo fue traído a Plasencia por su hijo D. Pedro Bermúdez de Villalba, chantre de esta santa iglesia, que le puso en el lucillo de mármol donde reposa, y sobre el lucillo o sepulcro le erigió la estatua, bajo de la cual se lee el siguiente epitafio.'

En aquesta estrecha cama

La muerte puso en medida

Al que no la tuvo en fama.

Por no tenerla en la vida;

Y tuvo, siendo mortal.

Con dos contrarias victorias

Con vida fama inmortal

Y con muerte inmortal gloria.

                                        EL CORONEL CRISTÓBAL DE VILLALBA. 1596

Su paisano, el célebre poeta placentino Luis de Miranda, de cuya biografía ya nos ocuparemos, ensalzo las proezas de este héroe en una bellísima composición elegiaca A la muerte de un su amigo, y nosotros, rindiéndole un tributo de admiración y respeto, consagramos el recuerdo de este insigne

 Sus hechos inspiraron a más de un vate español y extranjero para cantar proezas que la imaginación del poeta glosaba o vestía a su manera. Por él se escribió aquel bonito romance anónima, que no aparece en nuestro Romancero, y que empieza así:

 

Villalba por Castilla

pelea con gran valor...

Y termina diciendo:

La fama le proclama

por el héroe vencedor.

 

En el lado izquierdo se ve en la pared un enterramiento con escudo y debajo una lapida sustentada por tres leones en la que se lee: 


 Esta capilla con dotación de dos monjas y dos // capellanes dotó y fundó Pedro Gómez vecino // regidor que fue de esta ciudad. Dexo por patrón al capitán don Fernando Gómez de Carvajal // y a sus hijos u descendientes y sucesores// en su casa y mayorazgo y a falta de todos al Colegio // de la Compañía de IHS y a este convento // de San Ildefonso. Falleció en veinticuatro // de septiembre de mil seiscientos y treinta.

La iglesia está construida de mampostería y ladrillo. Apreciándose sillares en zonas nobles. Se han realizado numerosas obras de consolidación y reformas. Especialmente las realizadas en los siglos XVIII y XIX por hundimiento del artesonado en 1867, o un cambio en el enlosado que se realizó en 1879.

El convento poco a poco se ha ido abandonado y al principio del siglo XXI las ultimas religiosas de clausura que quedaban dentro, han sido concentradas en Sevilla. Desde entonces está vacío después de 600 años de comunidad. La Diócesis de Plasencia está buscando otra orden que pueda albergarse en él.

 

                                                             José Antonio Pajuelo Jiménez.

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[1] José Benavides Checa. Prelados Placentinos. Pag.169. año 1999.

[2] Fray Alonso Fernández. Anales. Pag.291.


miércoles, 26 de abril de 2023

 

CASA DE LOS VILLALBA, HOY COLEGIO DE SAN JOSE

Continuando por la Calle Sancho Polo hacia la plaza del Salvador, nos encontramos el Colegio de San José, antigua casa de los Villalba.

Las fachadas de esta mansión se alzan frente al Convento de las Idelfonsa y frente a la iglesia del Salvador., nada nos dice de los notables restos arqueológicos y armeros que en su interior se conservan. Bajo el arco que une el colegio de San José y la casa de enfrente, destaca un interesante blasón de granito, sobre una robusta cartela. Sus armas en el día de la fecha no se han podido filiar.



Dentro del colegio hay un patio columnado, aunque sus arcos se encuentran cegados, pues muestran una serie de escudos, de piedra y esgrafiados, con las armas de sus propietarios.


Son notables los azulejos policromados del edificio en general. Arriba, sobre una entrada a unas de las salas, se puede ver una portada de granito, decorada con granadas (ornamentación que se hace típica luego de la reconquista nazarí, y en la clave del arco un escudo del dueño de la mansión.


En el comedor de la casa aún se encuentra intactos los artesonados primitivos que son un tratado de del arte de la talla de madera, ejecutados en casetones octogonales, soportados por vigas que se decoran con rosas y otros motivos florales.

El placentino Luis de Toro señala la casa en su plano con la letra T. Fray Alonso Fernández, en 1627, señala que el edificio pertenecía a Juan de Villalba, bisnieto del famosos coronel Villalba y que el lugar era uno de los más notables de la ciudad.

 


Don Antonio María Fernández de Córdoba, Zúñiga, Dávila y Pimentel, Marqués de Mirabel, decide en el año 1.844 fundar un Colegio de Niñas Huérfanas, el cual estará regido por el Obispo, el alcalde, el Juez de Primera Instancia, y el Procurador Síndico. Haciendo constar en su testamento que” no falten los alimentos ni demás gastos que sean necesarios e vestir y calzar a las niñas, y botica y facultativos y gratificación que ha de darse a las monjas todos los años, que deberá ser de trescientos veinte reales a cada una de ellas”. La edad de admisión de las niñas será entre cinco y ocho años, y “solo podrán estar en el Colegio hasta los veinticinco, si antes no hubieren salido por razón de posesión, matrimonio o estado religioso”


El marqués no pudo ver realizada su fundación, ya que murió en mayo de 1.845, y fue su sobrino y sucesor don Pedro Fernández de Córdoba el que inauguró el colegio en el año 1.848.


En el año 1.908 el capital de esta fundación era de 419.450 pesetas, y la renta fue 40.940 pesetas.


Cuando el marqués de Mirabel funda el Colegio de San José, en la antigua casa del coronel Villalba, entrega la dirección de este a las religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos. Para su dirección vinieron de Madrid en el mes de abril del año 1848 tres religiosas acompañadas de la Madre Bonnat, la cual era preceptora de las infantas, su nombre completo era Rita Bonnat Dezermeaux, conocida como madre Emmanuel.



La pequeña "colonia" se puso en camino en el año 1949, formando parte de los viajeros como capellán el padre Miranda. En aquella época no existían caminos, habiendo de recorrer el itinerario a través de bosques como los tiempos medievales o en carretas, este último el más adoptado, tardando cinco días en recorrer la distancia entre Madrid y Plasencia, deteniéndose todas las noches en posadas, excepto la última que la tuvieron que pasar en medio del bosque.


El mantenimiento de la fundación se hace con las rentas de los bienes que esta posee. Entre estos bienes hay varias fincas, las cuales se arriendan en pública subasta. Concretamente el año 1.960 las fincas que están en el pueblo de Talayuela salieron a subasta en las siguientes cantidades: Finca “Alcornocel”, 85.000 ptas. - Finca “Tórdiga y Peluca”, 285.000 ptas. - Finca “Hitos y Calderuela”, 140.000 ptas. - Finca “Cerroverde Norte”, 175.000 ptas. Finca “Cerroverde Sur”, 125.000 ptas.


Esta congregación fue la fundadora del Hogar de Nazaret en Plasencia, el cual tiene como misión la recogida de personas mayores con pocos o ningún recurso económico. El principio de esta fundación fue en una casa de la calle de Trujillo, propiedad del Obispado, y los recursos económicos fueron muy deficientes. Poco a poco, se solucionaron los problemas, y hoy dispone de un amplio y moderno edificio, en la zona de “La Data”, que en nada recuerda al de la fundación.



Así mismo, estas religiosas han ejercido una labor social y pastoral en varias parroquias de la ciudad, como la del Rosal de Ayala, haciendo el trabajo que luego asumirían las trabajadoras sociales.


Por la fundación de San José han pasado en este siglo y medio de vida miles de chicas huérfanas, las cuales han recibido una educación y una alimentación adecuada, gracias a la cual han tenido un desarrollo normal, dejando atrás el fantasma de las enfermedades y malformaciones debidas a la falta de alimentos básicos por pertenecer, muchas de ellas, a familias con un nivel de vida muy bajo.


Por motivos varios, como son la falta de vocaciones, reestructuración de la orden, etc.… la dirección de las religiosas de la Sagrada Familia decidió que a finales del curso 2006-7, las hermanas abandonaran Plasencia. Desde hacía unos años, el número de religiosas había bajado, llegando a quedar en este último solamente tres hermanas.


En el mes de septiembre de 2007, abandonaron el colegio las últimas monjas, quedando en manos de una cooperativa de profesores, los cuales seguirán, impartiendo la docencia con la misma ideología católica que ha impartido desde su fundación.


                                                   José Antonio Pajuelo Jiménez.

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viernes, 14 de abril de 2023

CASA DE CATALINA JIMENEZ DEL BARCO O CASA DE LOS AVELLANEDAS.

 

CASA DE CATALINA JIMENEZ DEL BARCO O CASA DE LOS AVELLANEDA.

 

Se conserva claramente su espléndida portada de largas dovelas almohadilladas, con dos lobos en el centro. Dara del siglo XVI. Hace ya bastantes años se malvendieron los dos artísticos medallones con sendos relieves colocados a uno y otro lado del arco de la puerta. Su dueña doña Catalina, la edificó con vistas a fundar en ella un hospital, propósito que no se llevó a efecto. Permanece el escudo (dos lobos pasantes) que son las armas de los Avellanedas[1]. Mélida hace resaltar el singular despiezo de los sillares y las largas dovelas almohadilladas que encajan unas con otras por unos salientes semicirculares.

 

Este hospital quiso fundarlo Doña Catalina Jiménez del Barco, viuda de Juan Alfonso Fernández, en las casas que poseía al final de la calle de Sancho Polo. Para ello nombró ejecutores de su testamento al Guardián de San Francisco, al regidor de la ciudad, al bachiller Fernando Ferrera, a Alfonso de Montoya, a Juan de Almaraz y al licenciado Gutierre Álvarez. Las escrituras de este acto se realizaron el día 20 de diciembre de 1.471. Se nombró administrador de los bienes a Juan Correa, el cual había sido criado de doña Catalina.


En 1.472 se empezó la obra, haciéndose la portada de piedra con dovelas almohadilladas y con la entrada en arco de medio punto. Encima de la entrada se ven dos lobos, a los lados de la puerta había dos medallones con figuras en alto relieve, estos medallones ya no están, pues hace unos años se vendieron. Los canteros fueron Lorenzo López y Nuño Xara.

Pero fueron denunciados los bienes del patronato por doña María Jiménez, la cual reclamaba la dehesa de la Herguijuela, como patrimonio de sus hijos.


Al pararse las obras mientras se aclaraban las propiedades, la duquesa doña Leonor volvió a denunciar la no terminación del hospital y a reclamar sus bienes para el convento de San Vicente, lo cual como ya había pasado en más casos se lo concedieron, con lo cual este hospital no se pudo seguir realizando, quedando solamente la portada como recuerdo de lo que pudo ser el hospital de doña Catalina Jiménez.

 

 OTRAS CASAS Y SOLARES QUE OFRECE LA CALLE SANCHO POLO.



Frente a la Casa de las Infantas se presenta la fachada de un palacio[2], que conserva una portada con un arco de medio punto formado por largas dovelas radiadas al estilo de los palacios del siglo XV existentes en la región y un ventanal gótico, todo ello sabiamente restaurado en tiempos recientes.

En la fachada se presenta un escudo granítico, oval, sobre cartela, timbrado con una concha con las aletas hacia abajo, que trae un campo partido con armas de los Núñez[3].



José Antonio Pajuelo Jiménez.
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[1]  Benavides Checa, pág. 188. Nos dice: “además tomaron posesión de la casa en donde se había de fundar un hospital, sita en la calle Sancho Polo que lindaba con las casas que fueron de Fernando de Avellaneda”.

[2] Ceferino García Vidal, fecha este palacio en el siglo XIII.

[3] Pedro Cordero Alvarado. Plasencia Heráldica Histórica Monumental. Pag.140 .1997

 

sábado, 8 de abril de 2023

CASA DE LAS INFANTAS

 

CALLE SANCHO POLO.

CASA DE LAS INFANTAS.

Otra de las casas señoriales del Siglo XVI y XVII es la Casa las Infantas, que en este caso además acoge uno de los centros educativos de la ciudad. En ella vivieron hace pocos años las Religiosas Josefinas Trinitarias, de ahí que actualmente se conozca como la escuela hogar de las josefinas[1].

Por otra parte, el nombre originario de “Casa de las Infantas” proviene de haber sido la casa de Pedro Fernández Manrique de Lara y Solís y de su mujer Leonor de las Infantas, señores de Galisteo y de la Casa Infantas, así como de alguno de sus sucesores[2]

El cuerpo original es el inferior, y por falta de almohadillas de granito las plantas más altas se completaron ya muy posteriormente con almohadillas de cemento que desdicen la parte noble de la casa. 

Esta casa, tiene una portada con dovelas y un mascarón en la clave central del arco de medio punto sobre la puerta, presenta una carátula que conforma la clave del arco del portal almohadillado de su entrada, que se presenta como una obra de realización muy clásica, de un realismo en la mueca sardónica de sus facciones sin parangón en la ciudad. Otros autores lo relacionan con el “hombre verde”, dios mitológico de origen celta que representa a la muerte y resurrección de la naturaleza[3].



Tiene en la parte derecha abundante vegetación, hojas de parra y yedra con palos, y aparece con la lengua fuera de aspecto burlón, como si se estuviera burlando de los que por allí pasan. La parte izquierda está afeitada, bien peinado, y en las cejas dos salamandras mirándose la una a la otra con aspecto de luchar, que son símbolo de la constancia y la castidad. Por encima de esta carátula se ven las armas del linaje Corral[4].

La fachada denota la magnificencia que en otras épocas hubo de tener la mansión, hoy día de tres plantas, la fachada ofrece buenos ventanales y escudos repartidos entre los huecos, que debido a la estrechez de la calle se nos hace difícil su contemplación

 

Como curiosidad en la parte trasera de la casa hay un patio pequeño que da a la Calleja de la Pardala, en el que hay una figura de la mitología griega que representa al dios Pan, al que Apolo condenó a tener una erección permanente.



Esta figura de la mitología griega que representa al dios Pan también protegía a los pastores trashumantes y a sus rebaños. Tiene cuerpo de hombre, es velludo y con dos cuernos en la frente, y sus miembros inferiores tienen pezuñas. Este personaje se retiraba a las Cuevas de Andrómeda en sus momentos más bajos a tocar una siringa (flauta). Pan era hijo del dios Hermes y, por eso, le llamaban Pan, que significa “de todos”. [5]


En las partes superiores se ve el intento, poco logrado, de reflejar en medallones a personajes relacionados con la casa como se hace en la Catedral nueva de Plasencia.


José Antonio Pajuelo Jiménez.
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[1] Manuel López Sánchez Mora. Plasencia Guía Histórico-Artística.1976. pag.93

[2] José Sendin Blázquez. Plasencia Historia, Guía, Leyenda. Pag.192

 [3] Manuel Rubio. Descubre Extremadura 2020.

[5] Manuel Rubio. Casas de las Infantas. Plasencia 2021.

PLASENCIA: PALACIO DEL BERROCAL.

 

Palacio del Berrocal casa señorial de Diego Esteban de Carvajal.

Próxima a la puerta Berrozana hay un lugar llamado el Berrocal, allí nos encontramos una casa antiguo palacio cuya solidez y la magnificencia, demuestran los restos que allí nos encontramos.

Esta casa en el siglo XV se la conocía como la casa de Martín Váez que fue regidor de esta ciudad, que donó a los Jesuitas para un colegio de huérfanos como lo afirma Luis de Toro en su manuscrito. Este proyecto no se llevó a cabo pues sabemos que en los años siguientes a la fecha en este manuscrito, figura como dueño el Chantre don Pedro Bermúdez de Villalba, hijo del célebre coronel Villalba; el dicho chantre en su testamento otorgado el 8 de septiembre de 1596,lo lega a la orden de San Agustín, pero no quiso hacerse cargo por lo que se dispuso su venta otorgándose a D. Diego  de Carvajal el 17 de septiembre de 1607 capellán de S.M. y tesorero de la S.I.C., quién declaró que lo hacía en nombre de su hermano Álvaro de Carvajal, limosnero de S. I.C. Después este dispuso que fuera heredado a su sobrino D. Diego Esteban de Carvajal, comendador de castro verde, de la Orden de Santiago.


No sabemos en qué fecha fue construido este palacio, acabó siendo destinado a almacén de paja, siendo utilizado como depósito de abastecimiento para las urgencias de la guerra de sucesión.

 En su zona baja, había una fuente formada por dos sólidos y elegantes arcos de sillería, el agua procedía de un algibe o Sala de Agua, sobre el panel central existía una lápida que decía:

        ARRIBA ESTÁ EL AGUA VIVA, PORQUE QUIÉN BEBE DE MÍ, TORNARÁ CON SED AQUÍ.

 La arquitectura de este edificio corresponde al siglo XVII y la casa perteneció a don Diego Esteban de Carvajal. Se piensa que en este lugar se reunieron los pocos comuneros que hubo en esta ciudad y por esta razón se procedió a demoler por orden real. Otros afirman que fue destruida en tiempos de las guerras de Felipe V.  sea por la razón que fuere fue derribado a propósito. Su ultimo morador que tuvo esta casa fue un canónigo llamado Valhondo, pues consta en las actas capitulares de archivo del obispado.


Llama la atención el lugar donde fue edificado, cabría pensar que ya existía un barrio en su inmediaciones, pues en este lugar existía la parroquia de San Julián.

Ha sido un edificio de arquitectura de lujo extraordinario, los restos de un patio que se conservaba en el sigo XIX, con elegantes columnas de mármol, dieron testimonio de las riquezas del señor que lo construyera.1


Las ruinas que hoy vemos apenas son las raíces del palacio: una gran bóveda de cañón sustetada entre la ladera rocosa y dos grandes contrafuertes; su correspondiente fragmento de fachada con una portada y dos ventanas; y restos de muros aquí y allí. En una segunda planta desaparecida, un elegante patio de columnas apoyaba a medias sobre esta bóveda y las rocas. El patio, de proporciones cuadradas, tendría dos de sus lados a modo de galería abierta al paisaje, mientras que a los otros lados se adosarían cuerpos del edificio. No parece que la puerta conservada fuese el acceso principal; tras ella se accede a una sala, denominada con toda propiedad “sala del agua”, donde brota un manantial de las mismísimas rocas, visibles tras dos arcos y un pretil de piedra, que hacen las veces de depósito o aljibe.

                                      


                                               José Antonio Pajuelo Jiménez.

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1.- Alejandro Matías Gil Las siete centurias. 1984. Pag 199

2.- Fotografía de Laurent. Plasencia 1818

 



EL COLEGIO DEL RIO.

  EL COLEGIO DEL RIO. El Renacimiento cultural placentino se apoya sobre cuatro pilares o instituciones docentes: La Cátedra de Gramática,...