PALACIO DE LOS MARQUESES DE MIRABEL
Los orígenes
de este palacio son medievales, época de la que aún se conserva algún resto,
como el de la puerta del arco gótico que hay en el huerto, que parece de
finales del siglo XV realizado posiblemente por los entonces Don Álvaro de
Zúñiga y Doña Isabel Pimentel, habiendo desaparecido casi todo el primitivo en
las diferentes reformas llevadas a cabo durante el siglo XVI. Esta puerta
también es conocida como “La puerta del Cosmo” así la denomina Francis Sayans
en un trabajo descriptivo de la misma.

En
un principio el palacio estaba vinculado a la familia de los Almaraz, quedando
con el tiempo en poder de los Zúñiga a quienes se debe la fabrica que hoy se
puede contemplar.
En líneas generales este palacio
fue reconstruido durante el segundo tercio del siglo XVI, tiempos de don
Fadrique de Zúñiga Sotomayor y de don Luis de Ávila Zúñiga.
Tiene
interés primordial para el palacio y su proceso constructivo renacentista Don
Fadrique de Zúñiga y Sotomayor, cuyo nombre aparece con el de su esposa en el
balcón septentrional que se proyecta al exterior con heráldica, sobre el paso
del “cañón”, vía que atraviesa el palacio dividiendo su planta inferior en dos
partes. Sobre él corre la inscripción:
DON FADRIQUE DE ÇUNIGA SOTOMAYOR DOÑA YNES DE GUMÁN Y AYALA.1550. TODO
PASA.
Otro personaje a destacar fue Don Luis de Ávila y Zúñiga, Comendador Mayor de la Orden de Alcántara,
sirviendo al emperador Carlos V en distintos servicios políticos y militares en
África, Italia y Alemania. Es conocida la anécdota producida en Túnez cuando
Zúñiga salvo la vida del emperador al darle su propio caballo cuando el del
Cesar había caído muerto. En 1548 se editó en Venecia una obra suya en que
comentaba “la guerra de Alemania hecha de Carlos V Máximo, Emperador Romano.
Rey de España”,
De
la personalidad de Luis de Zúñiga, Luis de Toro lo describen como verdadero
hombre del Renacimiento.
El
palacio responde a la irregularidad propia de una construcción medieval sobre
la que se realiza en el Renacimiento, introduciendo cierta ordenación
estructural y una simbología propia de un palacio humanista.
Exteriormente
se muestra cerrado en su cuerpo inferior, donde aparte de algún vano
secundario, solo destaca el gran arco de medio punto, con el blasón en la
clave, que da paso al “cañón” desde el que se comunica con ambos lados del palacio
constituyendo la derecha el acceso principal, el más noble. En el cuerpo
superior una serie de balcones señalan el lugar de los salones del palacio,
reiterando sobre cada uno de ellos un escudo de las armas de los Zúñiga. En el
extremo de la derecha se aprecia la torre, culminada por flameros, exponente
ideológico de la importancia de la familia de los Almaraz, conservada y
reforzada por la familia de los Zúñiga.
Para
cada una de las partes, dentro del mismo “cañón”, existe una doble entrada,
pues en realidad son dos casas distintas, aunque unidas.
En
el interior siguen diferenciándose las dos partes. La parte de la derecha se
reserva para la parte señorial. A su entrada cabe destacar el patio del
palacio, Se trata de un atractivo espacio porticado en sus cuatro lados, de dos
plantas, con bellas columnas monolíticas de ligero éntasis de orden dórico y
jónico, respectivamente en planta baja y planta superior, entre las que se
lanzan arcos de medio pinto o carpaneles según los lados Blasones familiares se
reiteran en las enjutas de los arcos inferiores como corresponde a la
concepción renacentista con que está realizado el palacio. En su centro la fuente.
Esta magnífica obra está elaborada totalmente en “hojalata
repujada primorosamente y de turbio vidrio de época, pues se trata de una
verdadera joya, aunque de material sencillo, y es de estilo “barroco” del siglo
XVII, cuya labor es maravillosa en el repujado de su ornamentación de
hojarasca, y por el elegante dibujo de su conjunto. Es tan bello el farol que a
simple vista, parece estar construido en plata repujada.
En
esta segunda planta encontramos los grandes salones residenciales, propios de
la vida señorial de la época, como el Salón Comedor, el Salón de Música, la
Capilla, los dormitorios etc.
En esta planta superior, esta situado el “Salón de Carlos V”, donde la pieza artística más notable, es un busto que representa al emperador Carlos V, bajo el cual esta una inscripción latina “Cas. V.R.I.” (Carlos V Emperador de los Romanos). En la base hay otra inscripción italiana: CARLO QVINTO/ET ASSAY QVESTO PRCHE SE/SA PER TVTO IL MONDO II. RESTO (Carlos V, esto es suficiente, porque se sabe en todo el mundo el resto).
Tiene el Emperador un aspecto cansado, pensativo, con la mirada perdida, la cabeza ceñida por la corona de laurel. El busto es único entre los conocidos y catalogados. Peculiar en el trato de la armadura al llevar en el pecho un crucifijo que contradice las afirmaciones sobre que a partir del año 1531 sus armaduras llevaba en el peto la imagen de Nuestra Señora con el Niño y en la espalda la de santa Bárbara.
Muy interesante nos parece la Capilla, a pesar de su reducidas dimensiones con imágenes en su mayoría barrocas, entre las que destaca el Calvario. Otro grupo lo forman el descendimiento y un Santiago a caballo.
En el corredor de esta segunda planta del patio menor, así como en el jardín colgado que constituye un atractivo mirador embellecido con columnas jónicas, hay una serie de piezas arqueológicas con inscripciones griegas y latinas, bustos de emperadores romanos obras procedentes de Italia, Caparra y Mérida.
José
Antonio Pajuelo Jiménez.
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