jueves, 5 de octubre de 2023

EL CONVENTO DE LAS DOMINICAS

 

 HISTORIA DEL CONVENTO DE LAS DOMINICAS 

 

Este convento fue fundado en el año 1.538, fueron sus fundadores Martín López de la Mota, regidor de la ciudad, y su hermano (de madre) el racionero Pedro Domínguez de la Mota. Sus primeros moradores fueron monjas de la Orden de Predicadores, (Dominicas).

El edificio está constituido por dos cuerpos de edificio, unidos en la planta alta por un pasadizo cubierto sobre la calle de la Encarnación, el edificio que da a la plaza del mercado está constituido por la iglesia y dependencias de diverso uso.

En el solar que ocupa este convento se pensó construir las dependencias del Tribunal de la Santa Inquisición, el cual se pensaba trasladar de Llerena a Plasencia, cosa que no llegó a realizarse y por lo tanto no se construyó el edificio. Al lado de la puerta del convento (calle Encarnación), se aprecian los restos de lo que fue una gran torre llamada del Arcediano de Medellín. El nombre le viene de que este edificio era la casa del dicho arcediano, por el año 1.585.

Fue la casa solariega del Arcediano de Medellín, Gabriel Pizarro (1573). Este Arcediano está enterrado en la iglesia de las Claras, en el altar de San Cristóbal, frente a la puerta de entrada, en el arquitrabe del retablo, hay esta inscripción: «Este enterramiento es del ilustrísimo señor don Gabriel Pizarro, arcediano de Medellín en esta santa iglesia de Plasencia. Murió víspera de Nuestra Señora de Agosto, de 1571»,



En el año 1.790 se hace un corredor sobre la muralla, aprovechando uno de sus cubos, para que sirva a las monjas para tomar el sol.

 En la fachada de la iglesia, se pueden ver una hornacina con un busto de la Virgen con el Niño, el escudo de los Zúñiga, el escudo de la Orden, y en el año 2.001 al reparar la fachada apareció un escudo en el cual se ve una gran flor de lis sobre un montón de piedras.

Hasta hace pocos años estas religiosas se dedicaron a la enseñanza de niños, pero en los últimos años del siglo XX decidieron volver a la clausura y no tener contacto directo con las personas. Al otro lado de la calle Encarnación está el convento propiamente dicho. En el muro de este edificio hay una pequeña hornacina en la cual se ve una imagen de piedra que representa a la Virgen de la Misericordia.

Se encuentra al final de la iglesia de la plaza de San Esteban y calle las Claras hasta el Seminario Mayor, en su parte trasera la calle de la Encarnación, uniéndose a la parte de clausura por un pasadizo volado, que comunica con la clausura.

Entre sus obras, merece destacar según mmi criterio:


El RETABLO.

Las primeras monjas que se instalaron en este convento procedían del cenobio vallisoletano de Santa Catalina de Siena, por lo que podemos decir que su construcción es de influencia artística vallisoletana. Hasta el año 2004 el retablo que cubría el testero de la iglesia del convento de la Encarnación era el resultado de una serie de adaptaciones modernas realizadas para albergar las esculturas de un conjunto procedente de la primera mitad del siglo XVII. En él va representada la Anunciación del Arcángel San Gabriel a María, el Ángel llega por la izquierda de la Virgen, posado en una nube como gesto anunciador señala hacia el Espíritu Santo en forma de paloma con el dedo índice de la mano derecha; porta en la otra mano el bastón de mensajero celestial, con una filacteria en cuyas volutas posemos leer las primeras palabras del Ave María.

La Virgen recibe el mensaje mientras permanece arrodillada en un reclinatorio, con un libro. Ante la llamada del Ángel, vuelve la cabeza con delicadeza, con la mano izquierda sobre el pecho y la otra abierta.

El simbólico jarro de azucena de sitúa en el medio de la escena., la cual preside desde lo alto un busto del Padre Eterno emergente entre las nubes pobladas de cabezas angélicas; porta en la izquierda la bola del mundo mientras bendice con la derecha. Llama la atención la barba ondulada, terminada en diversa puntas, siguiendo la modalidad de Gregorio Fernández.

La escena de la Anunciación se acompaña en los nichos del retablo con otros santos de la Orden de Predicadores algunos sobre la peana decorada con rectángulos, de izquierda a derecha y de arriba abajo: Santa Rosa de Lima, Virgen del Rosario, Santa Catalina de Siena, Santo Domingo de Guzmán y Santo Tomás de Aquino.

CRISTO CON LA CRUZ A CUESTA

Cuadro de Morales, realizado con técnica mixta sobre tabla de 67 x 55 cms., conservándose en mal estado, con repintes oscuros en las zonas mas deterioradas. Presenta una inscripción en el marco con fragmentos bíblicos en parte perdidos, pero que se han podido identificar:

“O VOS OMNES QUI T – RANSITIS PER VIAM, ATTENDITE E VIDETE SI EST DOLOR SICVT DOLOR EVS” (Oh, todos vosotros que vais por el camino, prestad atención y observad si hay sufrimiento como el sufrimiento mío).

“VERE LANGVORES N(OST)ROS IP(S)E TVLIT ET PECCATA NOSTRA PERTVLIT INCORPORE SVO SVPER LINGNVM” (En verdad, él soportó nuestro sufrimientos y padeció nuestros pecados en su propio cuerpo sobre la cruz).


La obra presenta soberbias calidades en el modelado de las fracciones, fundamentalmente en los ojos, dramatizados por profundas sombras. El cabello que orla el rostro no tapa la oreja, dispuesta como una superposición tan frecuente en la obra de Morales. La mano se dispone sobre el madero de la cruz con la estilizada elegancia que solía prodigar el pintor pacense. La composición se limita a una gama de tonos castaños y pardos; las carnaciones del rostro y manos son las manchas de color más luminosas, que destacan sobre el fondo neutro con el único acompañamiento de los travesaños de la cruz.

La alta calidad del cuadro merece incluirlo en el catálogo de las obras del pintor, al menos en lo que al rostro de Jesús se refiere. La relación de Morales con Plasencia es más intensa entre los años 1565 y 1570, en que realiza el retablo de San Martin y tasa las vidrieras de la Catedra, siendo éste un marco temporal quizás más probable.

 

CRISTO DE LOS DOLORES.


La imagen encargada en Madrid por la Beata Francisca de Oviedo y realizada por Domingo de Rioja alcanzó una gran resonancia con su exposición en la iglesia de San Ginés, siendo trasladada a la Capilla real por Felipe IV hasta su traslado definitivo a Serradilla. El éxito, trajo consigo a que se hicieran diversas copias y versiones. Unos de ellos el del convento de Madres Dominicas de Plasencia, que parece firmado en Madrid por Diego Rodríguez en 1654, precisamente el año del fallecimiento de Domingo de Rioja.
De madera policromada, de 225 x 95 x75 cms. con la particularidad que lleva la mano al costado en vez de al corazón, modificando así el simbolismo de la aceptación amorosa del sacrificio por la incidencia en los aspectos más cruentos de la pasión. El rostro muestra una expresión anhelante, con los parpados semicerrados, la boca entreabierta y largos cabellos que caen en bucles sobre los hombros, la anatomía está bien trazada, el paño de pureza anudado en el lado próximo a la cruz y el tronco con una torsión menor con respecto a otra copias realizadas.

 

 

EL CRISTO DE LA ENCINA

El Cristo de la encina en una llamativa representación de la Cruz que tiene su origen en los relatos de procedencia americana llegados a tierras extremeñas. Desde Chile se propagó en le siglo XVII la aparición del Cristo de Limache, en la que se describía como un indio encontró un árbol con forma de cruz perfecta y en cuyo tronco aparecía la figura de Cristo crucificado hasta la cintura. Conocedora del hecho una señora devota del lugar llevó a sus tierras esta particular cruz y erigió un templo en su honor.


En el siglo XVIII se pasa a llamarse del Cristo de Limache al Cristo de la Encina en forma de leyenda milagrosa relacionada con las conversaciones. Estas quedaron reflejadas en grabados y obras pictóricas que sitúan el acontecimiento en terrenos brasileños, en base a la indumentaria del leñador que se corresponde con un indio tupí, o en zonas bolivianas.

Pizarro Gómez, Francisco Javier. Extremadura en el viaje iconográfico del Cristo de la Encina entre Europa y América.


Hoy día es el único convento de clausura que queda activo en la ciudad, las mongas de clausura consiguen mantener su comunidad con la venta de dulces artesanales que venden a través de torno situado en la calle de la Encarnación, destacándose en época de Navidad los mantecados, perrunillas, y otros dulces de la época.

 BIOGRAFÍA

Pizarro Gómez, Francisco Javier. Extremadura en el viaje iconográfico del Cristo de la Encina entre Europa y América.

Huellas Artísticas Vallisoletanas en la provincia de Cáceres. Vicente Méndez Hernán                                                  


                                                José Antonio Pajuelo Jiménez.

 

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