En el evangelio de Mateo se relata la leyenda histórica de los tres reyes magos: Melchor, Gaspar y Baltasar: “después de que Jesús naciera en Belén vinieron del oriente unos magos. Preguntaron: ‘¿dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto su estrella y venimos a adorarle’. Tras ver el niño, se postraron ante él y lo adoraron, entregándole tres regalos de gran simbolismo: oro, incienso y mirra”.
Oro: es un presente regio,
que se destinaba a monarcas y altos dignatarios. El oro también simboliza la
pureza, ya que no se altera ni se corrompe. En el relato, Mateo plasma que los
magos preguntaron directamente por el “Rey de los judíos”.
Incienso: Es el resultado de la
suma de resinas aromáticas vegetales y aceites esenciales que cuando se queman
desprende un humo perfumado. Quemando incienso se les rendía culto a las
divinidades, Gaspar ofreció este presente por tratarse del hijo de Dios. El
significado simbólico es la ampliación de la consciencia, la purificación, que
va más allá de los apetitos cotidianos.
Mirra: es una resina que
segrega un árbol que crece al noreste de África, en Arabia y en Turquía. Es
aromática y contiene varias propiedades medicinales, aunque también se
utilizaba tradicionalmente como ungüento para embalsamar a los muertos. Alguna
hipótesis señala que su significado apunta a decir su mortalidad como hombre.
Hoy mentes inquisitivas afirman que “si existieron... ni eran reyes, ni
eran magos.” La palabra mago en nuestro tiempo equivale a hechicero o adivino.
Pero en aquella época, según Joao Scognamiglio, autor de “Lo inédito sobre los
evangelios”, significaba “personas de cierto poderío, que se distinguían por
sus conocimientos astronómicos y astrológicos”. Además, alegan que Mateo no
detalló que fueran reyes. Eso cambió en el siglo XIII, cuando Quinto Séptimo
Tertuliano quiso hacer coincidir la historia con el salmo 72 “que los reyes de Sabá y
Arabia le traigan presentes”.
Anteriormente se creía que los tres reyes procedían de Arabia del sur,
puesto que en esa región se practicaba la astrología. Pero en los albores del
cristianismo los pusieron a la moda, vestidos con el característico traje
persa: bonete frigio y estrechos pantalones con faldita. Llegando el siglo XV,
con la intención de simbolizar la universalidad del cristianismo, cambiaron su
procedencia y se les asoció con los tres continentes entonces conocidos:
Europa, Asia y África. De ahí en adelante Baltasar cambió de color para
representar al continente negro.
La primera imagen de los tres Reyes Magos o Magos de Oriente, se encuentra
en la llamada “capilla griega” de la catacumba de Priscila en Roma, cuyos
frescos están datados entre la segunda mitad del siglo II y la primera del
siglo siguiente. Está situada esta iconografía sobre el arco que da paso al cubículo
destinado a acoger algunos sarcófagos., es una representación muy sencilla de
los tres Reyes Magos cada uno diferenciado por el color de su ropa que se
acercan a donde se encuentra la María y el Niño.
Hay otra iconografía con el nombre de los Reyes magos que se encuentra en
la iglesia de San Apolinar Nuevo en Ravena (Italia). Comparando el texto con
del Evangelio de Mateo observamos que hay referencia s claras a algunos de sus
versículos.
“Unos
magos llegaron de oriente (…); la estrella… los guio hasta que llegó y se
detuvo sobre el lugar donde estaba el niño (…); vieron al niño con maría su
madre (…); y le ofrecieron oro, incienso y mirra.
Se cree que años más tarde los legendarios reyes murieron martirizados por predicar el evangelio. Los tres cuerpos fueron enterrados juntos en un mismo sarcófago. Esta reliquia fue trasladada a Constantinopla en el siglo IV, por Santa Elena, madre del emperador Constantino. Allí reposaron hasta 1162, cuando Barba Roja asedió la ciudad y se llevó el sarcófago a Colonia, donde todavía sus restos se veneran en la hermosa catedral que edificaron para honrarlos.
El destino de los Reyes Magos tras la Adoración fue incierto. San Mateo
solo dice que regresaron a su país por otro camino para burlar a las tropas de
Herodes. La tradición afirma que fueron discípulos de Santo Tomas.
Otros afirman que se bautizaron y llegaron a ser obispos predicando en la India donde murieron martiriados en los años 70 de nuestra era. Sus supuestas reliquias, enterradas en Saba, fueron trasladadas a Constantinopla por orden de Santa Elena en el siglo IV. Los tres en un miso sarcófago. Luego llegarían a Milán como regalo de la propia Santa Helena, para más tarde siendo transportadas a Colonia en el siglo XII, donde aún hoy son veneradas en un relicario bizantino de la catedral de esa ciudad alemana.
Otras curiosidades:
En el Cinturón de Orión se encuentran tres estrellas brillantes que están dedicadas a los Reyes Magos, sus nombres son: Alnitak, Alnilam y Mintaka. Las tres pirámides de Egipto están alineadas igual que estas tres estrellas. Estas estrellas también son conocidas como “las tres Marias”.
El número exacto de los Magos difiere, pues los armenios ortodoxos llegan a nombrar hasta 12 personas. Miguel el Sirio, patriarca de la Iglesia Ortodoxa, también conocido como Miguel el Grande, (1126-1199) nombra a 12 reyes:
Dahdandur,
hijo de Artaban; Shuf, hijo de Gudfar; Arshak, hijo de Mahduq; Zarwand, hijo de
Warwadud; Aryo, hijo de Kasro; Artahshasht, hijo de Hamit; Ashtanbuzan, hijo de
Shishron; Mahduq, hijo de Hoham; Ahshiresh, hijo de Sahban; Sardanh, hijo de
Baldan; Marduk, hijo de Bel.
De estos 12 magos, se eligieron 3 para seguir a la estrella que los llevó a Belén.
Desde
tiempos antiguos había en Madrid la tradición de que el día 5 de enero, por la
madrugada, había que salir a recibir a los Reyes Magos. En realidad, esto se
hacía para ridiculizar a los forasteros que llegaban esos días a Madrid a los
cuales se les tenía toda la noche andando hacia las afueras de la población.
Este paseo nocturno servía para realizar todo tipo de excesos, actos inmorales,
bebidas, ruidos, peleas, etc.
Para
terminar con esta costumbre, en el año 1882, el alcalde de Madrid, don José
Abascal y Carredano, lanzó un bando municipal por el que se prohibía salir a
recibir a los Reyes Magos, bajo pena de 1 duro (cinco pesetas).
El
último libro de la trilogía escrita por Benedicto XVI sobre Jesús de Nazaret
“La infancia de Jesús”, está descubriendo aspectos poco conocidos. El primer
revuelo surgió cuando se desveló el pasaje del libro que recuerda que en el
Portal de Belén no había ni buey ni mula, ya que no aparecen en el evangelio.
En el libro destaca también un pasaje que afecta al momento del Nacimiento: Los
reyes Magos no venían de Oriente, como se ha creído tradicionalmente, sino de
Tartessos, una zona que los historiadores ubican entre Huelva, Cádiz y Sevilla.
“El
buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende,
mi pueblo no tiene conocimiento”.
Este versículo constituye una sátira. Los animales que fueron usados en la ilustración no tienen precisamente la reputación de ser muy inteligentes. Ni el buey ni el asno tienen un elevado coeficiente intelectual. Sin embargo, a pesar de sus limitaciones, estos animales tienen la suficiente inteligencia para saber quién los alimenta.
Y de este modo llegaron al pesebre el buey y el asno, ha sí también ha leído la historia de los Magos a la luz del Salmo 72, 10 "los reyes de Tarsis y las islas le traerán presentes, los reyes de Arabia y de Sabá le pagarán tributo" e Isaías 60. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. Y, de esta manera, los hombres sabios de Oriente se han convertido en reyes, y con ellos han entrado en el pesebre los camellos y dromedarios", relata Benedicto XVI y continúa: "La promesa contenida en estos textos extiende la providencia de estos hombres hasta el extremo Occidente (Tarsis, Tartessos en España), pero la tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de los reinos de aquellos soberanos entonces conocidos. África, Asia y Europa.
José Antonio Pajuelo Jiménez- Pedro Luna Reina
"CREANDO CULTURA".
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