EL PUENTE DE
ALCONETAR
Trajano, emperador de
Roma, hizo grandes obras en España, su patria. Una de estas obras fue ¡a «Vial de la
Plata», calzada núm. 24 en el
itinerario de Caracalla. Los caminos en la España Ulterior, en la Vetonia y eran
pobres, mal acondicionados. La ganadería y
labranza en esta región eran prosperas, abundantes. Las minas ofrecían buen rendimiento. La
seguridad necesitaba fáciles vías para
las legiones. El trasiego se hacía por veredas empinadas, entre malezas y
espesuras. Se cruzaban los ríos sobre tinglados de madera, que aún se llaman
«lurias»; sobre barcas inseguras.
A todo puso remedio la «Vía de la Plata». La tercera mansión de esta vía, partiendo de
Mérida, se llamaba «Túrmulus», en la confluencia del Almonte con el Tajo. Alleguemos
noticias, breves, ordenadas, sucintas, desde su
principio.
Restos del puente en su ubicación actual. |
Faltaban 95 años para
que viniese al mundo Jesus Cristo. Publio Lucinio Craso,
pretor romano en la provincia lusitana, empezó a construir la «Vía de la Plata».
Buscaba en ello seguridad
para los intereses militares, políticos y económicos de Roma; buscaba
también el desarrollo, la pujanza del pueblo conquistado. Roma atesoraba
riquezas; en trueco, dejaba su cultura, su lengua, su arte, sus
dioses, su enjundia social, su potencia civilizadora. Esta calzada
de Publio Lucinio Craso, mejoró un tanto la economía de Lusitania.
Pero la romanidad, en creciente brío, aumentó la riqueza y el trato de las gentes. Pronto
vino a ser menguada esta "Vía de la Plata" que
trazó Publio Lucinio Craso.
Quinto Cecilio Metelo
Pío, cónsul romano, vino a España en misión de guerra contra Hirtuleyo, capitán de Sertorio.
Quinto Cecilio Metelo Pío
tuvo sus campamentos junto al Guadiana y junto a la colonia Norba Caesarina. El campamento
junto al Guadiana se llamaba «Castrum
Mete!lí»—campamento de Metelo—y en
él tuvo su origen nuestro Medellín. El campamento junto a Norba
Caesarina se llamaba «Castrun CeciIii —campamento de Cecilio—en lo que hoy decimos Quinto Cecilio Metelo Pío arregló, mejoró y amplió
la «Vía de la Plata». Con estos
arreglos, mejoras y ampliaciones, llegó la «Vía de la Plata» hasta los tiempos del emperador Trajano, hasta el sigo 11 de la era cristiana. Ya entonces se
llamaba Plata», por las enomes
cantidades de metal argentífero que transportaron por ella los soldados de Roma, metal abundante en las minas de Bética y Lusitania.
El emperador Trajano dispuso aumentar,
renovar y mejorar las calzadas de
España. La «Vía de la Plata» necesitaba un puente para cruzar el Tajo. Se encargó la fábrica del puente
a Lucio Vivio, buen arquitecto,
contemporáneo y amigo de Cayo Julio Lácer, que levantaba otro puente sobre el Tajo en el ramal que desde la «Vía de la Plata» se dirigía a Lusitania. Lucio
Vivio dispuso la fábrica del puente en la confluencia del Tajo y el
Almonte, junto a Túrmulus, tercera
mansión de la «Vía de la Plata». Túrmulus era mansión populosa: legionarios defensores del lugar
estratégico, barqueros
encargados del tráfico por el río, colonos y ganaderos, llenaban
la mansión de vida y de gentío.
Lucio Vivio comenzó su obra. Aún se
ignoraban las cámaras de descomprensión.
Era muy dificultoso construir los cimientos de los pilares. Lucio Vivio creyó más hacedero
desviar el curso del Tajo hacia
la derecha. Todavía quedan vestigios, aunque borrosos, de esta
desviación. Allanada esta dificultad, Lucio Vivio realizó su obra sin grave
entorpecimiento, en esta guisa: el puente tiene una longitud de 250 metros; 13 arcos de medio punto, a
la manera romana, sostenidos por
pilares de 6'60 metros de largo y 4'20 de espesor, en forma de tamajar por el lado de la corriente y convexa en el opuesto, separados por trechos desiguales, a
semejanza del coloso alcantarino,
pero de menor grandiosidad. Toda la fábrica es de sillería
granítica almohadillada en el exterior, rellena con un mortero de cal y guijarros. Lucio Vivio puso
molduras en el arranque de los arcos y en la cornisa que sirve de base
al pretil del puente. En medio del
puente se levantó un arco de triunfo en honor de Trajano. Al extremo izquierdo, un templo para
ofrecer sacrificios a los
dioses. Este puente era similar al que el mismo Trajano mandó construir sobre el Danubio. Sobre el Almonte,
junto a la confluencia, se hizo otro puente de menor cuantía. Estos dos
puentes acrecieron la importancia
estratégica del lugar. Para mejor defensa, los romanos labraron fortificaciones en aquel paraje. Túrmulus se trocó en segura fortaleza. Tanto que Bruto, durante
algún tiempo, puso en Túrmulus su cuartel general.
Pasa
el tiempo, los años, los siglos, los hombres. Sólo queda la historia, los hechos descollantes de los hombres. Con el
paso del tiempo, llegaron los
árabes. Las gentes de Muza vieron la obra de Cayo Julio Lácer: la llamaron «al-kantara», que significa puente;
vieron la obra de Lucio Vivio: la llamaron: «al-conetara», que significa dos puentes o segundo puente. Desde
entonces Túrmulus se llamó
Alconétar. Todavía se llama «el puente de Alconétar». Los árabes
reconstruyeron y mejoraron la fortificación romana.
Pasa más tiempo. Vienen los cristianos reconquistando
la tierra de moros. Los cristianos, para defensa de la tierra conquistada, como punto de partida para
nuevas incursiones, levantan castillos. Los cristianos llegan al puente de
Alconétar. Allí se estableció la Orden del
Temple. Alconétar fue cuña, avanzada, sostén de los cristianos en su guerra
contra el moro. Los templarios rehicieron el castillo, le dieron fortaleza,
seguridad, amplitud. El puente
y el castillo son ya poética ruina. Sólo queda en pie la torre de Floripes—ya
diremos su leyenda—, algunos machones del puente y lienzos desmoronados. Es la
torre de Floripes de planta pentagonal; asienta en dura peña sobre un barranco; en
sus lienzos de pared se aprecian
sillares y restos del castro primitivo; su puerta, a cuatro metros de altura, era franqueada con un
puente levadizo; las ventanas, por seguridad, son altas y pequeñas; luce,
en cada frente, hermoso
matacán; está coronada por un antepecho sobre canes. La torre de Floripes,
exteriormente, alcanza I3'05 en su lado más alto y 6'85 en el menor. Aún perduran
los quicios de la puerta y las cajas para atrancarla. Junto a la puerta, a la
izquierda, una pina
escalera conduce a la terraza. En la cámara que todavía subsiste, de 10'35 metros
de longitud por 4'35 de anchura,
aparecen los mechinales del piso que falta, colocado sobre la estancia que sustenta la bóveda de cañón que hoy
existe.
Los templarios
llegaron a Alconétar el año 1225. Aderezado el castillo, le hicieron encomienda
de su Orden, capital del estado de Garrovillas, con Talaván, Hinojal, Cañaveral,
Cabezón y Santiago del Campo, bajo su jurisdicción. Hasta que Medellín, Trujillo, Santa Cruz y Montánchez
vinieron a manos cristianas, Alconétar fue un baluarte de estratégica importancia.
Luego, los del Temple utilizaron
Alconétar para sus tratos y negocios; también para ciertos abusos.
El tiempo, con sus rigores y
mudanzas, fue arruinando el puente, el castillo y la villa de Alconétar. Además,
contribuyó a la ruina de
Alconétar el que su señorío fue de mano en mano. Perteneció a don Fernando, el hijo de
Alfonso X; a doña Leonor, condesa de de
Alburquerque; al conde de Alba de Liste; al duque de Frías...
Los riberos entre los
que por allí se desliza el Tajo, son pobres, ásperos, improductivos. Esta
pobreza justifique, tal vez, la indiferencia de los señores de Alconétar. Todo se fue
perdiendo; hasta las inscripciones del
puente, del templo, de la villa y del castillo. Tampoco existe la ermita de la
Magdalena que ocupó el templo romano construido junto al puente, donde es seguro que
Lucio Vivio, a imitación de
Lácer, sería enterrado. Bien podemos decir con el poeta‑
Sólo
quedan memorias funerales,
donde
erraron ya sombras de alto ejemplo:
este llano fué plaza; aquél fué templo-,
de
todo apenas quedan las señales.
La última vez que se
trató de reparar el puente fue en 1761. Francisco Ramos de Capazos, en su obra manuscrita
«Noticias particulares de lo que
va sucediendo en Plasencia», dice: «En este año, se dio principio a la puente Mantible, obra que
hacía mucha falta por los
desastres que en esta barca sucedían. Y a último del, tenían hecha una casa para
habitación del maestro, que era Andrés, natural de Salamanca». Se refiere
a la reparación del no a la
obra primera. Pero quedo en intento, porque la reparación alcanzaba muchos dineros.
En el pasado
siglo, en la guerra de la Independencia, los hombres alteraron el reposo de las ruinas. De nuevo, como
antes de Cristo, se pasaba el
río con barcas. El francés invasor fortificó aquel lugar. Allí sucumbió,
heroicamente, don José Berenguer, capitán
español. En medio de un llano está su tumba.
En nuestro siglo XX, se han
construido dos puentes más abajo de Alconétar: uno, para el ferrocarril; otro, para la carretera.
Desde estos puentes, el
caminante contempla las ruinas, medita en la historia, siente la
poquedad de lo humano.
Jose Antonio Pajuelo Jimenez - Pedro Luna Reina.
Dentro de todo hombre obeso siempre hay un hombre delgado, igual que hay una estatua en cada bloque de piedra. George Onwell.
"CREANDO CULTURA"
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